Habían llegado a mi
casa, sin avisar. No hacía falta, pues ellos sabían que siempre eran bienvenidos.
Una vez instalados,
tomando una copa de un estupendo albariño mientras preparábamos la cena, él y
yo asábamos unas costillas mientras las señoras aliñaban una ensalada de
estupendos tomates y berros de la “poza” de Vilares. La compañera de nuestro
amigo me preguntó si ya sabia el motivo de su visita.
Le dije que no.
Queríamos – dijo – ir
al Castro de As Muradellas, pero a la parte derecha del río. Tengo la teoría de
que enfrente del castro actual tiene que haber restos de una parte del mismo.
Debo aclarar que
Xiana, era arqueóloga, con prestigio reconocido, llevaba ya varas publicaciones
sobre los castros del noroeste. Uxio, su compañero, ya jubilado era un experto
en religiones comparadas y sobre todo en hinduismo. Había sido profesor en
centro Europa, estudiado en Calcuta, y se había jubilado como profesor en
Lisboa.
Decidimos que iríamos
al castro al día siguiente. Tendríamos que madrugar, pues los días de
Septiembre ya empezaban a ser menguantes. Una vez que hubimos cenado,
preparamos una merienda para el día siguiente. También se decidió que iríamos
por la margen derecha del río, por el antiguo camino que unía San Ciprián con
Castrelos, y seguiríamos por los antiguos caminos que comunicaban los campesinos
de Castrelos con sus haciendas de aquel lado.
A la mañana siguiente
iniciamos el recorrido por A Ladeira, Mouromorto hasta llegar al couto de
Castrelos. Aquí el camino empezaba a perderse, pues desde que los ganados
dejaron de ser vecinos de aquellos pueblos, cada vez mas el monte se adueñaba
de todo.
Al pasar por debajo
del paraje llamado Val de Butre, el camino ya casi no existía, cada vez había
mas robles a nuestro alrededor. Pasar por el medio de aquellos enormes robles
era una verdadera gozada bajo el punto de vista de la belleza que se
contemplaba con las cristalinas aguas del Tuela al fondo.
Seguimos caminando,
pero el camino ya no se sabia por donde iba.
En un momento
determinado, yo, que era el que conocía
mejor la zona, empecé a pensar que estábamos perdidos. Cada vez estaba mas
convencido de que el camino que estábamos a seguir no era el adecuado. A medida
que avanzábamos crecía mi convencimiento de que no podríamos llegar al castro. Aquello
no tenia explicación, parecía que estábamos perdidos.
Se lo conté a mis
compañeros, pero todos estábamos de acuerdo en que no teníamos problema. Solo teníamos
que seguir el cauce del río en sentido inverso y volveríamos a casa.
Dimos la vuelta para
regresar al ver que no podíamos seguir. Como el camino no era transitable, y
ante el temor a perdernos decidimos seguir la orilla del río como referencia,
por si era el caso.
Los árboles de la
orilla del río, tenían un porte verdaderamente soberano. Aquello cada vez era mas
raro. Aquellos árboles eran casi desconocidos para nosotros. Habíamos pasado de
tener unos robles enormes a nuestro alrededor, a ver unos árboles mas parecidos
a secuoyas que a los autóctonos..
Paramos debajo de un árbol
frondoso para descansar y comer algo para reponer fuerzas. Comentamos
asombrados y no sin temor, aquel cambio en el paisaje. Empezábamos a estar
seguros de que nos habíamos extraviado. Pero, ¿Cómo podía ser?, el valle del
Tuela no era necesariamente un lugar extraño y donde se pudiera perder uno. Estaba
el río, las fincas de ambos lados y las montañas que nunca habíamos traspasado.
Uxio se acercó a la
orillo del río y me llamó, diciendo que no me iba a creer lo que había. En el río
se movían de un lado para otro muchos peces, algunos con un colorido brillante.
Estábamos pensando en lubinas, aunque sabíamos
que no era posible su existencia en el río. Definitivamente estábamos sufriendo
algún tipo de alucinación, pues todo aquello era muy irreal. El problema era
que éramos cuatro y los cuatro veíamos lo mismo y teníamos la misma sensación,
de irrealidad.
Terminamos los
bocadillos y reanudamos la bajada por la orilla del río.
Cada vez era todo mas
irreal. Después de caminar unos kilómetros, ya estábamos convencidos de que nos
habíamos perdido. Pero eso parecía imposible, solo habíamos estado caminando
unas cuantas horas y como mínimo habíamos caminado unos ocho o diez kilómetros.
Empezamos a
angustiarnos, pues ya no conocíamos ninguna parte de la rivera del río, lo
mismo que las partes visibles de las montañas.
Para relajar el
nerviosismo y medio en broma comentamos la posibilidad de que hubiésemos caído
en una dimensión desconocida del tiempo. Nos acordamos de la teoría del desdoblamiento
del tiempo y eso nos dio pié para fabular sobre ello.
Se hizo de noche, la
noche era tremendamente oscura, y decidimos posponer nuestra caminata hasta que
volviese el DIA, o bien la luna nos ayudase para poder caminar.
Quedamos todos medio
dormidos, durante un breve tiempo. Al despertar ya había claridad suficiente
para seguir andando.
Nos pareció oír unas
voces. Voces que cada vez eran mas fuertes y que en un momento determinado
identificamos como voces que nos llamaban.
Nos pusimos en marcha
en dirección a donde sentíamos que nos llamaban. Al empezar a andar nos dimos
cuenta de que el paisaje había cambiado, ya volvía a ser el mismo del principio. Pero el
lugar donde estábamos no era el mismo que el que pensábamos. Estábamos a varios
kilómetros, del destino inicial. Estábamos
en la frontera con Portugal, justo al lado de “A Ponte do Cunqueiro”.
Cuando llegaron a
nosotros los que nos buscaban, después de los abrazos y alegrías de rigor, nosotros,
los cuatro, quedamos asombrados por lo que oíamos. Habíamos faltado durante
ocho días. Nosotros estábamos convencidos de que solo habían sido unas diez o
doce horas.
Decidimos no decir
nada, pues no teníamos explicación ni ganas de darlas.
Casi nos sucede lo
mismo que a San Amaro de Armenteira o a San Borondón- dijo Uxio- Aunque creo
que nosotros no somos demasiado santos. ¡Va a ser que encontramos una ventana
desconocida en el tiempo!
Acabamos todos
riendo, ya en casa y volviendo a saborear unas copichuelas de licor-café.
Volveríamos a las
Muradellas, pero esta vez en coche y por Rañalobos, por si las moscas.
As Muradelas es un lugar "mágico" donde todo puede suceder... jejeje, cuando yo le dediqué una entrada en el blog me pasó algo parecido.
ResponderEliminarNunca he intentado llegar por el camino que relatas: imagino que sí debe estar muy cerrado, aunque me habían dicho que había alguna senda de pescadores.
Abrazos, Xabres
Dices bien Xibeliuss, habia senda de pescadores. Ahora ni eso. Por la margen derecha, enfrente casi del castro habia, supongo que hay, prados de las gentes de Castrelos. Hay que tener en cuenta, por lo de la magia, que delante del castro la acumulación de agua se le llama "A poza da Moura".
ResponderEliminarApertas, Xibeliuss.