ENSEÑANZA RURAL EN LA POSGUERRA Y SIGUIENTES EN
LA ALTA SANABRIA
(QUIZÁ MEJOR “AS
PORTELAS”)
Hace
un tiempo, no demasiado, escribí en este mismo
sitio intentando reflejar un estado de cosas que sucedían en nuestra
tierra,en relación con la enseñanza.
Intentaba reflejar las desventuras de un niño que estaba obligado a
desplazarse ciento y pico kilómetros para intentar tener una
formación, a la
que desgraciadamente no podían acceder todos los niños de mi edad.
Un día os contaré como fueron los pocos años de internado allí.
Bien,
a lo que iba, la enseñanza en la postguerra : Yo comencé e ir a la
escuela en el año 1.948, escuela que abría una hermana del cura.
Mas tarde,probablemente al año siguiente, vino a impartir clases a
la misma escuela una señora de la sección femenina de falange. Las
dos señoras, seguro que no tenían mas formación que algunos de los
muchachos, que habían tenido la suerte de ir a otra escuela.
Recuerdo
que mi tarea de aquella, era portarme bien y no dar la murga, decirle
a la maestra; al entrar “buenos días tenga usted” y al salir “
que usted lo pase bien”
Aprendí
a leer gracias a la enseñanza de mi padre, lo mismo que a contar y
algo de Aritmética.
Mas
tarde mis padres decidieron que fuese a la escuela en la aldea de mi
madre allí había un maestro al cual le precedía la fama de ser buen
docente, os cuento mi primera experiencia con él.
El
primer día que fui a la escuela de Don Mauricio
fué y es inolvidable para mi.
Una
vez sentado en un lugar que me dedicó y aleccionado por mi abuela en
el sentido de obedecer y portarme bien, Había en la clase una niña
que tenia fama de ser muy inteligente y ya era veterana en la
escuela. El tal Don Mauricio la mandó salir a la pizarra (Una pared
pintada de negro), para que desarrollase un problema, que al parecer
se le había atragantado a la pobre muchacha y llegó a un punto en
que no sabia seguir, abstraída como estaba delante de la pizarra y el
problema no se dió cuenta que el tal Don Mauricio se la había
acercado sigilosamente a su espalda, y le atizó un sobe-
rano
cachete en la nuca que hizo que estampase las narices en la pared,
y cuando se dió la vuelta su cara era como
“un hece homo”.
Ni
que decir tiene, que a mi abuela le costó gran trabajo
convencerme para que volviese a la escuela.
Quizás
lo peor de aquella no era la regla en las uñas, cosa a la que ya nos
habíamos habituado sinó el nivel de enseñanza, que unido a la
necesidad de muchas familias en aprovechar la mano de obra de los
niños para ir con las vacas, hizo que un porcentaje muy grande de
aquella generación terminase analfabeto o semi.
No
quería terminar sin decir que, en la zona había personajes con grande
carga de trabajo agrícola que no eran partidarios de que los chavales
fuesen a la escuela, decían:! total para lo que les va a servir¡.
Algunos de ellos tenían un hijo en algún seminario. Había que
sustituir la mano de obra del futuro pederasta por un ser que no
protestara y que trabajara por un cacho de pan.
Lo
lamentable del asunto fué que, salvo pocas excepciones, esto era
extensivo a casi toda Sanabria y “A Te
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