Pequeño despiste.
Había llegado hasta
el inicio de las escaleras que daban acceso a la vivienda.
La nevada era grande.
Debajo de la nieve había hielo, era fácil resbalar y dar con las posaderas en
el duro granito de aquellos escalones, o algo peor, caerse y que la caída sobre
el “pendello” hiciese un estrépito grande y denunciase su presencia allí.
Ya eran mas de las
tres de la noche y lo último que quería era que alguien le viera.
Fue subiendo
despacio. Agarrándose al pasamanos, todo con mucho sigilo. Metía la mano en el
pantalón y no la encontraba
Voy a hacer el ridículo
mas espantoso, se decia.Siempre me queda el recurso de echarle la culpa al
tiempo helado que tenemos.
Llegó al zaguán, y la
vió. Al fondo e iluminada por una lámpara de bombillas de bajo consumo, parecía
quererle decir, ¡Aquí me tienes!.
Tal como la veía,
aquello era una verdadera insinuación. ¡Y él sin poder encontrar nada entre los
pantalones, aunque juraría que no había mucho, la había tocado!
Estaba allí,
efectivamente con su reluciente embocadura, como insinuándose, casi al primero
que llegue. Se le veia poco uso.
Volvió a palparse
todo, incluida la faltriquera, pero el resultado siempre era el mismo. Allí no había
nada, y por lo visto ni se le esperaba.
Volvió sobre sus
pasos, aprovechando las pisadas iniciales y volviéndolas del revés, deshaciendo
lo andado y deshaciendo las pisadas. Nunca se sabría si eran hacia la casa o
para fuera de la casa.
Aquello era una gran frustración para él. Toda la
tarde-noche esperando aquella hora y se encontraba con que a la hora de la
verdad todo le había fallado. Estaba ompletamente seguro de que tiempo atrás, y
antes de la operación de renovación a la que la había sometido, por seguridad, de
aumento de tamaño de aquella cosa que ahora no encontraba, prácticamente había desaparecida.
Maldiciendo su mala
suerte y pensando en como se lo diría a su mujer, volvió a la calle por la que había
subido. Cuando en un rielar de la luna sobre el agua-nieve vió algo brillar.
Se acercó y con el
corazón dando trompicones en su pecho, por fin la encontró. Seguro que cuando
se lo contase a su mujer las carcajadas se oirían dentro de la casa.
La cogió con ternura
y volviendo a la casa, por fín pudo introducir la llave en la nueva cerradura.
¡Menos mal que no la había
perdido!. Cambiar la cerradura con su nueva llave le había costado una
pastizarra.
O doble sentido que usas é coñero jaja
ResponderEliminarAyyyyyy que eran as chaves!
Aperta forte, Xabres.
Non creas, Ohma. Por moito que presuman algúns, as veces, e mais, con Licor-café, sen contar os anos, esas cousas pasan.
ResponderEliminarA sangue dos homes as veces confunde as cabezas, e vai onde non debe.
Unha aperta.
Jjejejeje Sí, los liquidos siempre llenan primero las cavidades más bajas.
ResponderEliminarUn abrazo, Xabres
Hola xabres. Inserto aquí este enlace por si te gusta. Un abrazo
ResponderEliminarNoemí
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/01/28/castillayleon/1359373722.html
Gracias Noemí. Un abrazo
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