Eran los tiempos
obscuros de este país. Eran los inicios a la vida de un joven inexperto en todo.
Inexperto en trabajo, inexperto en la vida en la gran ciudad, inexperto en
compaginar trabajo y una formación a la que aspiraba, inexperto en las
relaciones personales con las bonitas barcelonesas.
Los dineros que los esplendidos
empresarios barceloneses pagaban a final de mes, al principio daban para llegar
al último día con un pequeño déficit. Es decir que lo que pagaban daba justo
para pagar la patrona y comer, sin pasarse.
Había que mejorar la
cosa económica, por lo que diariamente consultaba La Vanguardia buscando un
hueco entre todos los anuncio de trabajo. Se necesitaban mas “pelas” para
subsistir y pagar las matriculas, para seguir la formación que uno consideraba
que Daria acceso a una mejor remuneración y trabajo- ¡Siempre hay ilusos!
Después del primer
año, la cosa funcionaba un poco mejor, aunque no daba para residir en el Ritz,
sí para residir en una pensión medianamente decente, aunque esta estuviese por
la zona de Las Corts, muy cerquita de los dos campos de futbol del Barcelona,
el viejo y el nuevo.
El lugar de trabajo
estaba en el Paseo de Gracia enfrente de la Pedrera, edificio diseñado por Gaudí, un genio de
la arquitectura que al revés que los famosillos actuales nunca tuvo que emigrar
de su país por culpa del exceso de dinero en su cuenta corriente. Cuando murió
atropellado por un tranvía, los que le auxiliaron creían que era un indigente.
Digresiones aparte,
vamos a lo que íbamos: Para llegar al trabajo debía subir todos los días a un
autobús, siempre a la misma hora, desde el barrio de Sants hasta el Paseo de
Gracia.
Todos los días a la
misma hora también subía al autobús una “fermosa” moza. Siempre íbamos enfrente
uno de la otra ,
Yo tenía la costumbre
de recostarme en una barra del autobús al final del mismo, y la moza “fermosa”
se recostaba en la barra de enfrente donde empezaban los asientos. Nos mirábamos
cuando pensábamos que el otro no nos veía. A veces nos cruzábamos las miradas
que eran rápidamente desviadas de forma un tanto azarada por las dos partes.
Esto sucedía todos
los días, salvo domingos. Sí, si los sábados también, pués de aquella los sábados
se trabajaba por la mañana. Para mucha gente era día de paga semanal.
Desde el primer día
de las `rimeras miradas furtivas ya habían pasado mas de un año.
Una mañana sucedió
algo que me tuvo pensativo medio día. Subí como siempre al autobús, me
acomodé como siempre en el lugar de costumbre, la fermosa hizo lo mismo por su
parte. Pero aquel día su comportamiento, fue extraño para mi manera de ver.
La fermosa, de una
manera muy seria, casi hierática, me miraba fijamente a la cara y a renglón
seguido fijaba su vista en mis piés. Todo el trayecto fue así, su mirada iba de
una parte de mi cuerpo al otro. A veces pensaba que se iba a dirigir a mí, pero
eso nunca sucedió.
Llegamos a nuestro
punto de destino, cada uno se fue a su trabajo y yo con la “mosca detrás de la
oreja”, sin saber el porqué de aquel comportamiento.
Me enteré a madia
mañana durante la jornada laboral. Algo se me cayó al suelo y al inclinarme a
cogerlo, al lado de uno de mis zapatos, me dí cuenta de que llevaba un zapato de
color rojo y otro negro.
Las prisas de la
mañana habían conseguido que a la hora de calzarme me pusiera un zapato mio y
otro de mi hermano que dormía en la misma habitación.
El enamoramiento de
la fermosa y yo continuó durante otro año aproximadamente, a raiz del accidente
de los zapatos, empezamos a decirnos adios, y buenos días.
Esperábamos, por lo
menos yo, que el otro tomase la iniciativa, pero nunca sucedió.
Como decía al
principio, estábamos cargados de inexperiencia, y lo que era peor éramos
completamente bisoños.
¡Bendita inocencia.! ¡Mierda de timidez!
¡Jo, Xabres, me he visto retratado en esta entrada!
ResponderEliminarLuego pasé justo la contraria, la de "de perdidos al río"... y mira que hubo ríos. Pero todavía recuerdo miradas, sonrisas que no tuve valor para contestar.
Un abrazo
En eso de los amorios, y sore todo en los primeros, a veces descubrimos, ya después de un tiempo, que de volver a repetirse, a lo mejor actuariamos igual. ¿O no?
EliminarUnha aperta, Xibelius
El primero que me hizo runrun me lo ligué, me ligó jaja
ResponderEliminarMiraditas con otros muchas pero sin importancia. No recuerdo ningún amor así, Xabres.
Biquiños.
Mas tarde, las cosas cambiaron. Solo puedo decirte que mi época para "ligar", habia que, aparte de llevar el DNI en la boca, pedir consentimiento a las progenitoras- es.
EliminarLos tiempos han cambiado.
Unha aperta.
Eran otros tiempos amigo, antes la timidez nos asolaba, hoy día a la primera mirada ya se citan "en tu casa o en la mía"...jajajaja. ¡Que recuerdos!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Wersi, sirva la contestación que le dí a Ohma. Lo de "en tu casa o en la mia", a mi me queda demasiado lejos. Aunque no añoro esas cosas. ¡No tenia casa!
EliminarUn abrazo
Eu tiven anos así de amores de vista que a miña timidez non facía avanzar a posibilidade de que xurdise algo.
ResponderEliminarSó o alcol, recoñézoo, me daba azos para atreverme a falar cunha rapaza.
Amigo Paideleo, como decia a copla "las ciencias avanzan que es una barbaridad". Os asunto dos amoríos tamén fixeron o mesmo. Parece que a "tropa" nova leeuse de cabo a rabo a Republica de Platón na hora de facer algunha cousas efectivas.
ResponderEliminarO problema e que creo que non a leu "nin dios", mais os efectos cairon por inercia.
Unha aperta.