miércoles, 26 de octubre de 2011

EL RAPACICO- (Cuento para Héctor)



 Antes con antes, había un rapacico bastante pícaro pero agarimoso con los seus parientes.
 A él le habian contado que, denantes, de antes con antes, toda la tierra que veía, estaba cubierta de frondosos y belidos árboles.
 Eran árboles grandes, de gruesos troncos y altas copas. Nunca fueran cortadas ramas en los mismos.
 Siempre le decian que no se alejase de la cancilla de la era, pués fuera de allí se podía escarriar, y vérselas negras para volver a casa.
 Al rapacico le amolaba aquella prohibición. Sentía una sana curiosidad por conocer aquel mundo prohibido, más allá de la cancilla de la era que rodeaba la casa.
 Él, de vez en cuando, veía pasar hombres y mujeres por las canadichas adyacentes a la era. Nunca vió que a ninguna de aquellas personas les pasara algo malo.
 Decidió un día, rebasar los límites marcados por la era y adentrarse por aquellas canadichas a explorar.
 Husmiou en los alrededores, y viendo que había campo libre, esborrexeuse por la barranca, hasta la canadicha y caminó hacia lo desconocido.
 Internose en un bosque de negrillos altísimos en los que los zorzales y pintasirgos desgranaban al aire las notas de sus trinos. Encontró tan engaiolante aquella música, que se sentó sobre las raíces de un milenario castaño a escuchar.
 Se apoderó de él el sueño, y con el arrullo del agua del regato que por allí pasaba, y los trinos de los pájaros quedó sumido en un profundo sueño.
 Cando se despertó, era de noche cerrada, apenas se veía, pués aunque había luna llena, las copas de los árboles apenas dejaban pasar los débiles rayos de la misma.
 Se asustó e intentó volver a casa, pero después de dar vueltas y vueltas alrededor de unos árboles y viendo que no encontraba el camino de regreso, se sentó en el suelo y se puso a llorar.
 Sintió el ruido de unos pasos que le asustaron más todavía. Con el miedo dejó de llorar. Apareció de pronto delante de él en hombre muy alto y delgado con un grande sombrero, y con  tapabocas de rayas verde y rojas.
-         ¿Qué, estas perdido?, por que no hiciste caso de tus padres?
-         Solo quería ver lo que había en el bosque. El canto de los pájaros me hizo olvidarme de que tenía que volver a casa. ¡Llévame con ellos, por favor!-Suplicó el rapacico-.
El hombre del tapabocas, se agachó sobre el rapaz y acogiéndolo en brazos después de arrebujarlo con el tapabocas, le dijo:
-         Ahora te llevaré a mi chabola, y cuando amanezca te dejaré en tu casa. Ahora vamos a la mía, comemos alguna cosa, descansamos y luego al salir el sol te llevo. ¿Vale?.
-         ¡Vale!- dijo el muchacho- No me dejes, pués tengo mucho miedo.
-         No te preocupes. ¡Vamos, sujeta el mantón!, te llevaré en mis brazos.
 Empezó a caminar, y en dos zancadas estaban a la puerta de una casita, de una sola planta, con una puerta con rayas verdes y rojas y con el techo de paja y xestas.Por la chimenea que tenía salía humo.
 El señor del gran sombrero, sacó una llave muy grande de su faltriquera, e introduciéndola en una abertura que al sacar de nuevo la llave desapareció. Al pasar el umbral, el niño vió una sala que parecía más grande que la casa vista desde fuera. Había en el centro una mesa de piedra con bandejas llenas de comida. Quesos, leche y frutas y otras cosas desconocidas para el rapaz.
 Le dijo el señor del gran sombrero, que por cierto no se lo había quitado, que comiese algo de lo que más le gustase de la mesa, cosa que el niño hizo comiendo un poco de queso, una manzana y un gran vaso de leche. Al acabar de comer, le entró un grande sueño y el viejo le llevó a una cama en un rincón de la casa. Antes de quedarse dormido el niño se abrazó al cuello de aquel hombre, que casi no se atrevió a devolverle el abrazo.Luego lo acochó al niño.
 Si el niño hubiese visto la cara de su acompañante, hubiese visto una lágrima deslizándose por su mejilla.
 Por la mañana, al salir el sol, el hombre del sombrero despertó al niño, le dio un vaso de leche y le dijo que se iban para la casa de sus padres.
 Le regaló un aro del tamaño de un anillo, que le puso al cuello,colgado de un amalló, diciéndole que si volvía a perderse solo tenía que agarrarlo con la mano izquierda fuertemente y que le mandaría ayuda, si pensaba en él. ¡Solo lo debía usar en casos de mucha necesidad!
 Lo cogió en sus brazos y de dos zancadas estaban en la era de su casa. Le dijo que fuera a la casa, y que no dijera nada a nadie de lo que había visto.
 ¡Era mejor que nadie supiera que en el bosque estaba él y su casita. Debía ser un secreto entre los dos!
 No te preocupes, pués tus padres no te van a preguntar nada, solo has estado fuera de su vista dos horas, por lo tanto no te han echado de menos.
 Le dio un abrazo y de dos pasos desapareció de nuevo en el bosque.

 ……continuará.

3 comentarios:

  1. Precioso, Xabres ¡y que maravilloso lenguaje!
    Me ha recordado a los cuentos de Wilde.
    Espero la continuación con ganas.

    Abrazos

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  2. Gracias Xibeliuss.Tendrá continuidad.
    Unha aperta.

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  3. Mmmm, é coma os contos que anhelaba apretuxado polo peso de varias mantas, na casa de Sanci, nas noites de inverno.
    ¿Cando continúa? Teño gañas xa.

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