Hay un Lugar en el
Planeta Tierra, en esa división artificial de ésta que algunos llaman Europa,
y, dentro de ésta otra subdivisión que llaman España, y ya puestos a descender
en divisiones llegamos a otra más pequeña pero no menos importante, que llaman Sanabria,
y dentro de la misma la
Sanabria Alta, con un pequeño Ayuntamiento llamado
Hermisende, y en este está el Barrio de San Ciprian.
Fijadas estas
coordenadas que no son geográficas, pero sí indicativas y aproximadas de una de
las mas bellas comarcas y también de las más deprimidas del hemisferio norte
del Planeta Tierra, podemos pasar a relatar una parte de la historia del Barrio
anteriormente nombrado.
Los castros
existentes en la comarca nos hablan de que esta tierra, con los altibajos de
toda comunidad, lleva habitada desde, por lo menos, la Edad del Hierro.
Seguramente la
subsistencia de los habitantes de la zona, dependía muy mucho de los productos
que gratuitamente suministraban los robustos robles y los elegantes castaños,
cuya implantación no es fácil de datar.
Aquellos congéneres
nuestros cuidaban los frondosos árboles, plantaban mas, y con ellos y algún que
otro producto iban construyendo una comarca, ayudando a salir una civilización
en mayor o menor grado, que ahora nos toca vivir a sus descendientes.
Bien, creo que
aquellos abnegados inquilinos de la Alta Sanabria, nunca pensaron que algún día, en
aras de una inexplicable civilización del progreso, sus castaños y robles serian
abrasados de manera intencionada y de manera cobarde por alguien que sabe muy
bien esconderse en el anonimato y quien sabe si en alguna espuria intención
disfrazada de progreso y bienestar de la zona.
Estos castaños y
robles, como decía, en el “SOUTO DE FALGUEIRAS”, han quedado reducidos a menos
que la NADA.
El fuego de una mano
canalla y asesina, que no de otra manera me da la gana de llamarle, los ha
reducido a ceniza, consiguiendo que mas del cincuenta por ciento del “SOUTO”,
no vuelva a servir para nada en mucho tiempo. Los castaños casi milenarios,
tardarán casi un milenio en volver a ser. ¡Dios mío!.
No sé si fue casualidad
o no, pero mientras el incendio arrasaba todo aquello, representantes de la Junta de Castilla y León,
apremiaban a las autoridades municipales a que diesen en placet para la
instalación de cámaras de vigilancia en los montes que con anterioridad en
asamblea vecinal ya se habían rechazado. Solo digo que fue una casualidad.
Hablando con los
apagadores y algunos miembros de las fuerzas allí desplazadas, así como con
convecinos, algunos me contaron los rumores, ojo, digo rumores, de que mirase
quienes participaban como beneficiarios de los hipotéticos beneficios de alguna
empresa dedicada a apagar incendios.
¡No sé!, pero a mi me
enseñaron desde muy pequeño, mejor dicho me lo contaron, que la “mujer del César,
no solo debe ser honrada , sinó que también debe parecerlo”.
Si alguien se da por
aludido que se explique.
Los descendientes de
aquellos hombres de la edad del hierro, tuvieron, en su día, que comprar la
comarca a aquellos señores feudales, pero parece que todavía quedan rescoldos,
nunca mejor dicho, de aquellos fuegos que alguien quiere volver a dominar la
tierra de nuestros antepasados.
¡Como nosotros no
defendamos nuestro terruño, pronto se adueñaran de él, los “listos”.