martes, 12 de enero de 2010

Blog de Gerardo Rivas

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GERARDO RIVAS
12/01/2010




Grosso Modo

Recreación cervantina sobre la desventura de Hermann Tertsch

De lo que le sucedió en un bar de copas a don Quijote de Telemadrid que, por su mal, pensó que había sido víctima de la atroz violencia de un moro antifascista y dos descarriadas del mundo del cinematógrafo y de la SGAE

La del alba sería cuando don Quijote de Telemadrid se encontraba en un piano bar, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por la satisfacción que le producía el haber cumplido fielmente con las sectarias instrucciones de la emperatriz de Madrid, la sin par doña Esperanza Fuencisla Aguirre y Gil de Biedma, que el gozo le reventaba por las patas del taburete en el que se acomodaba.

En estas estaba, cuando quiso la mala suerte que acertase a pasar por allí un noctámbulo empresario de la hostelería, acompañado por dos mujeres, que a don Quijote de Telemadrid pareciéronle un moro antifascista y dos depravadas del maléfico mundo del cinematógrafo y de la SGAE y, así como los vio, pensó en la ocasión que se le presentaba de hacer un gran servicio a Dios, quitando tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

Así que bajó del taburete y dirigiéndose a ellos levantó la voz y, con ademán arrogante, dijo:

- Gente endiablada, todos han de confesar que no hay en el mundo mujer más liberal que la lideresa de España, la sin par doña Esperanza de Madrid; y si no lo hiciereis, aparejaos para recibir justo castigo por vuestras malas obras y vuestros peores pensamientos.

Y en diciendo esto perdió el conocimiento, o le pareció que lo perdiera, porque cuando recobró su ser ya no se encontraba en el mesmo lugar.

Donde ahora reposaba su malherido cuerpo, había maquinas infernales que pretendían reproducir su costillar en extraños papeles negros y rígidos y, aunque no podía menearse, salió como alma que lleva el diablo de aquel horrendo lugar, no sin antes, maldecir a quien osaba dibujar sus entresijos.

Una vez en su casa, don Quijote de Telemadrid recordó a su manera lo acontecido y, poniéndose, con un grande esfuerzo, al teclado del cibernético correo, le contó, a la sin par doña Esperanza, que había mantenido una fiera batalla con unos terribles enemigos de la Patria; y que, a causa de tan desigual pelea, había caído rodando maltrecho por el suelo, a tres metros de donde se hallara, y sin el debido entendimiento para averiguar la forma en la que el sabio Frestón había vuelto a sus enemigos en hercúleos guerreros para quitarle la gloria de su vencimiento.

Doña Esperanza, y también toda su cohorte de seguidores, dolidos como estaban por lo acontecido, arremetieron contra los causantes de la desgracia del fiel vasallo o, por mejor decir, contra los que a éste le parecieron los responsables de su desventura; de tal manera que moros antifascistas, gentes del cinematógrafo y de la SGAE, y, en general, todos los villanos de siniestro pensamiento fueron execrados y aborrecidos como culpables de la vil embestida.

Y en esta tarea persisten mientras que los que tienen acercamiento a don Quijote de Telemadrid dicen que, desde el alba al ocaso, musita sin cesar: “La razón de la sin razón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”.

Unos opinan que piensa en doña Esperanza pero, los más, que del poco dormir y del mucho odiar se le secó el celebro, de manera que ha venido a perder el juicio.

Gerardo Rivas Rico es Licenciado en Economía

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