jueves, 6 de enero de 2011

LA INOCENCIA, QUE NOS FALTA


¡Caray, de vez en cuando uno encuentra motivos para reconciliarse con uno mismo y con sus semejantes!
No hacen falta grandes cosas ni grandes discursos ni nada parecido.
¡La sonrisa de un niño, es suficiente para darse cuenta de que no todo está perdido todavía!
Como sabéis, estos días de principio de la segunda década del siglo veintiuno, estoy intentando reconciliarme con la capital del reino, tratando de dejar atrás una persistente fiebre, que por lo que parece, me ha cogido cariño y pretende instalarse de forma definitiva conmigo.
Ayer estaba mirando por la tele, algunas cabalgatas organizadas por los ayuntamientos para solaz de los más pequeños, y un poco de cabreo para los mayores.
En una de las cabalgatas la tv trataba de hablar con los niños indagando sus reacciones y conseguir sus impresiones.
En un lateral, y muy cerca del lugar por el que pasaba uno de lo reyes, estaba un niño que tenía muy cerca al rey. La cámara lo enfocó durante unos instantes y la cara del niño pasó por una serie de distintos procesos.
Primero, miraba a aquel enorme personaje en su carroza con una especie de temor y admiración simultáneos. Después, cuando el rey se acercó a la zona donde estaba el niño, los ojos del mismo, se llenaron de una expresión serena de curiosidad y admiración que seguro que el pintor mas experto sería incapaz de trasladar a un lienzo. Yo desde luego soy incapaz de describirlo.
Aquel niño, por unos momentos, estuvo transportado al mundo donde todos querríamos haber estado por lo menos una vez.
Me gustaría poder haber visto a aquel infante a la hora de coger los juguetes que los reyes magos le hubiesen dejado.
Casi podría asegurar sin temor a equivocarme, que, cuando fue a los zapatitos dejados la noche anterior, fueron los propios reyes magos los que le entregaron sus juguetes.
No puede haber ningún ser en este mundo incapaz de defraudar esa Inocencia y Credibilidad, y si lo hay debería ser aniquilado de cualquier tipo de vida.
¡Gracias, desconocido niño por unos momentos inolvidables, aunque fuera delante de una tv.









2 comentarios:

  1. Así es, Xabres. Yo tengo la suerte de tener un pequeñajo en esa edad justa en la que ya disfrutan y todavía no dudan: su cara esta mañana, ayer en la cabalgata también, era pura esperanza.
    Que no nos falte.
    Abrazos

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  2. Amigo Xibeliuss, disfrútalo y que él haga lo mismo, pués el tiempo corre que es una barbaridad.
    También se disfruta cuando son mayores, pero ya es otra cosa.
    Unha aperta

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