miércoles, 25 de noviembre de 2009

HISTORIAS DE SANABRIA, ¿OU XEABRA?


Era polos anos sesenta, do fin do milenio pasado. Transcurriran xa seis anos da rotura da presa de Vega de Tera, a que cuando rompeu arrastrou a Ribadelago ó fondo do lago..
Unha tarde de primeiros de San Xoan, un meu primo e amigo, Euloxio, que e fillo dun curmán de meu pai, subimos, ambolos dous, desde Puebla a Ribadelago.
Despous de percorrer a aldeiña asolagada, sentémonos a parolar cun home xa maior, que estaba ó sol nunha fraga, na misma beiriña do lago.
Desde o lugar no que estabamos, víase a poucos metros da bórda, unha pequena “isliña”, que na época na que estábamos, estaba toda verde, o parecer cuberta de silvas.
Según nos contou o noso interlocutor, aquela pequena illa chmábase La Isla de las Moras. Entón pregunteille se por alí habia algunha lenda de mouros, e él respondeu que, seguramente, mais que ó nome a illa non le viña por eso, senón por aquelas silveiras que había nela nas que se daban moitas moras é moi saborosas.
O notar a miña desilusión, por que non viñera ó nome das illas da verba mouros, díxonos que aquela illa tiña unha lenda, mais bonita que as dos mouros, e mais recente. Ante a nosa insistencia en que nos contara a lenda, acedeu a elo ;mais tiña que ser na aldea de San Martín, diante de un xarrote de viño é algo que gorentar.
Para subir a San Martín fixémolo pola “Senda de los Monjes”. A que él coñecía ben na comarca.
Despois de hora é media de camiño pola “Senda”, pasando entre xardons, acivros, amieiros é algunha que outra carpaza, cheguemos ó pobo. Entremos na taberna que o noso anfitrión dixo, é, nunha mesa longa na que, pola banda da parede, habia un banco corrido é pola parte dianteira unha escaneta; apropiémonos da cabeceira da mesma, xusto na esquina, desde a que se via perfectamente a entrada do que antes fora unha venta.
Unha vez sentados, pedimos un cuartillo deviño por barba, que nos chegou acompañado por uns estupendos “habones con oreja”, que inda fumegaban dentro das cazolas de barro.
Despous dos primeiros tragos, aquel home de longas barbas brancas é pelo da mesma guisa, escomenzou a relatarnos a súa história.

A esta comarca que ahora se llama Sanabria, le viene el nombre desde muy antiguo. Aunque al principio se llamó Xeabra, atendiendo a la configuración de su suelo. Si os fijais, la tierra aquí, si se caba en ella, es sábrego, lo que en portugués todavia se llama xabre. De esto podeis deducir el nombre, si no sois demasiado torpes.
Durante toda la vida, esta tierra, ha sido tierra de nadie, precisamente por ser un lugar de tránsito y cruce de caminos entre la meseta y la montaña.
Aquí al lado, existen los restos de un castro prerromano, no está fijada la fecha en que fue deshabitado, porque no ha habido prospecciones en el mismo, pero yo os aseguro, que es de la transición final del megalítico.
Aunque no os lo creais, existe una comunicación subterránea, entre este castro y aquella pequeña islita que llamó vuestra atención. No hay ningún secreto en ello, teniendo en cuenta que cuando fue construido el castro el lago era mucho más pequeño, por no decir que no existía. La extensión actual del lago fue posterior, lo que llevó a inundar el pasadizo entre el castro y lo que era un montículo. El pasadizo entre el castro y lo que es ahora el monasterio se perdió, y justo, donde se construyó el monasterio tadavia se conservaba la entrada del túnel hacia el montículo.
Por cierto el monasterio está asentado sobre lo que habia sido un lugar de culto solar, en el que más tarde la iglesia romana asentó sus reales para domeñar la zona, con látigos é hisópos, pero esto es de otra história.
Lo que es ahora la isla, era tambien una pequeña atalaya que dominaba el valle que mas tarde cubrió el deshielo.
Desde el alagamiento de la zona, la comunicación subterránea siguió intacta, tamto que la comunicación entre el monasterio y la isla sigue todavia, aunque ya no hay casi nadie que lo conozca.
Aquellas piedra que veis, que cubren la isla, son los restos de dos construcciones, una sobre otra, que los feudales de la zona construyeron para ocultar sus tropelias, después de sus cacerias por las sierras circundantes.
La “Casica”, que así era como conocian los vecinos de Ribadelago, las ruinas que ahora son de la islita, fue construida sobre las ruinas antiguas por el conde de Pimentel, cuando era el dueño absoluto de la zona con derecho de pernada, beneficio que le debia al rey correspondiente, que es mejor que quede en el anónimato, por haberle ayudado en sus escaramuzas con los reyes vecinos, reclutando xabreses a la fuerza y llevandose él las prebendas.
(Triste história, la de A Xeabra, Sanabria, que po estar siempre en terreno de nadie, llegó a pertenecer al reino de León, al de Galicia, y al de Portugal a traves de los duques de Braganza).
En sus correrias por la zona, a la caza del Oso, la Pita do Monte, los corzos y demás, el conde de Benavente, el de Alcañíces y el Marqués de Santa Cruz, tenian la Casica como refugio y escondrijo para sus derechos obligados de pernada.
No sé si fue por esto último, pero el caso es que los monjes de San Martín de Castañeda, que a la sazón ya tenian la concesión, tambien de un rey, de su posesión allí, entraron en conflicto, con los notables , y hubo pleito entre ambos.

Aiqui, o noso informador-historiador, deixou de falar, é emplazounos, para unha proxima conversa, a que puxo unha condición: tiña que ser nas ruinas de Parada en Requeixo, é había que levar uns botelos, patatas, viño, pan e as viandas que quixéramos, que serian feitas nos resto da anterga aldea, onde continuaria a conversa.
Ergueuse, embozouse no pasamontañas, é literalmente desaparezeu, dicindonos cuando deberiamos estar en Parada se queríamos saber o resto.

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