miércoles, 9 de enero de 2013

ENAMORAMIENTOS PLATÓNICOS




 Eran los tiempos obscuros de este país. Eran los inicios a la vida de un joven inexperto en todo. Inexperto en trabajo, inexperto en la vida en la gran ciudad, inexperto en compaginar trabajo y una formación a la que aspiraba, inexperto en las relaciones personales con las bonitas barcelonesas.
 Los dineros que los esplendidos empresarios barceloneses pagaban a final de mes, al principio daban para llegar al último día con un pequeño déficit. Es decir que lo que pagaban daba justo para pagar la patrona y comer, sin pasarse.
 Había que mejorar la cosa económica, por lo que diariamente consultaba La Vanguardia buscando un hueco entre todos los anuncio de trabajo. Se necesitaban mas “pelas” para subsistir y pagar las matriculas, para seguir la formación que uno consideraba que Daria acceso a una mejor remuneración y trabajo- ¡Siempre hay ilusos!
 Después del primer año, la cosa funcionaba un poco mejor, aunque no daba para residir en el Ritz, sí para residir en una pensión medianamente decente, aunque esta estuviese por la zona de Las Corts, muy cerquita de los dos campos de futbol del Barcelona, el viejo y el nuevo.
 El lugar de trabajo estaba en el Paseo de Gracia enfrente de la Pedrera, edificio diseñado por Gaudí, un genio de la arquitectura que al revés que los famosillos actuales nunca tuvo que emigrar de su país por culpa del exceso de dinero en su cuenta corriente. Cuando murió atropellado por un tranvía, los que le auxiliaron creían que era un indigente.
 Digresiones aparte, vamos a lo que íbamos: Para llegar al trabajo debía subir todos los días a un autobús, siempre a la misma hora, desde el barrio de Sants hasta el Paseo de Gracia.
 Todos los días a la misma hora también subía al autobús una “fermosa” moza. Siempre íbamos enfrente uno de la otra ,
 Yo tenía la costumbre de recostarme en una barra del autobús al final del mismo, y la moza “fermosa” se recostaba en la barra de enfrente donde empezaban los asientos. Nos mirábamos cuando pensábamos que el otro no nos veía. A veces nos cruzábamos las miradas que eran rápidamente desviadas de forma un tanto azarada por las dos partes.
 Esto sucedía todos los días, salvo domingos. Sí, si los sábados también, pués de aquella los sábados se trabajaba por la mañana. Para mucha gente era día de paga semanal.
 Desde el primer día de las `rimeras miradas furtivas ya habían pasado mas de un año.
 Una mañana sucedió algo que me tuvo pensativo medio día. Subí como siempre al autobús, me acomodé como siempre en el lugar de costumbre, la fermosa hizo lo mismo por su parte. Pero aquel día su comportamiento, fue extraño para mi manera de ver.
 La fermosa, de una manera muy seria, casi hierática, me miraba fijamente a la cara y a renglón seguido fijaba su vista en mis piés. Todo el trayecto fue así, su mirada iba de una parte de mi cuerpo al otro. A veces pensaba que se iba a dirigir a mí, pero eso nunca sucedió.
 Llegamos a nuestro punto de destino, cada uno se fue a su trabajo y yo con la “mosca detrás de la oreja”, sin saber el porqué de aquel comportamiento.
 Me enteré a madia mañana durante la jornada laboral. Algo se me cayó al suelo y al inclinarme a cogerlo, al lado de uno de mis zapatos, me dí cuenta de que llevaba un zapato de color rojo y otro negro.
 Las prisas de la mañana habían conseguido que a la hora de calzarme me pusiera un zapato mio y otro de mi hermano que dormía en la misma habitación.
 El enamoramiento de la fermosa y yo continuó durante otro año aproximadamente, a raiz del accidente de los zapatos, empezamos a decirnos adios, y buenos días.
 Esperábamos, por lo menos yo, que el otro tomase la iniciativa, pero nunca sucedió.
 Como decía al principio, estábamos cargados de inexperiencia, y lo que era peor éramos completamente bisoños.
 ¡Bendita inocencia.! ¡Mierda de timidez!


8 comentarios:

  1. ¡Jo, Xabres, me he visto retratado en esta entrada!
    Luego pasé justo la contraria, la de "de perdidos al río"... y mira que hubo ríos. Pero todavía recuerdo miradas, sonrisas que no tuve valor para contestar.
    Un abrazo

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    1. En eso de los amorios, y sore todo en los primeros, a veces descubrimos, ya después de un tiempo, que de volver a repetirse, a lo mejor actuariamos igual. ¿O no?
      Unha aperta, Xibelius

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  2. El primero que me hizo runrun me lo ligué, me ligó jaja
    Miraditas con otros muchas pero sin importancia. No recuerdo ningún amor así, Xabres.
    Biquiños.

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    1. Mas tarde, las cosas cambiaron. Solo puedo decirte que mi época para "ligar", habia que, aparte de llevar el DNI en la boca, pedir consentimiento a las progenitoras- es.
      Los tiempos han cambiado.
      Unha aperta.

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  3. Eran otros tiempos amigo, antes la timidez nos asolaba, hoy día a la primera mirada ya se citan "en tu casa o en la mía"...jajajaja. ¡Que recuerdos!.
    Un abrazo.

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    1. Wersi, sirva la contestación que le dí a Ohma. Lo de "en tu casa o en la mia", a mi me queda demasiado lejos. Aunque no añoro esas cosas. ¡No tenia casa!
      Un abrazo

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  4. Eu tiven anos así de amores de vista que a miña timidez non facía avanzar a posibilidade de que xurdise algo.
    Só o alcol, recoñézoo, me daba azos para atreverme a falar cunha rapaza.

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  5. Amigo Paideleo, como decia a copla "las ciencias avanzan que es una barbaridad". Os asunto dos amoríos tamén fixeron o mesmo. Parece que a "tropa" nova leeuse de cabo a rabo a Republica de Platón na hora de facer algunha cousas efectivas.
    O problema e que creo que non a leu "nin dios", mais os efectos cairon por inercia.
    Unha aperta.

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