martes, 6 de diciembre de 2011

"POBRE SORDO"



 Estaba allí. Lo conocía desde la infancia.  Hacia mucho, muchísimo tiempo que no se veían.
 Le había costado trabajo reconocerle. Aquellas gafas le desdibujaban la cara. Eran gafas de ciego.
 Cuando se habituó a la semipenumbra del local se dio cuenta que le faltaban los dos brazos. Seguramente aquellos trabajos de especialista en explosivos, alguna vez, dentro de la mina le habían jugado una mala pasada.
 Todos los que conocían la manera  de arrancar el mineral de carbón de las entrañas de la tierra sabían que las mechas incrustadas en los detonantes que hacían reventar la dinamita,  a veces fallaban. Unas veces aceleraba el proceso y otras lo retardaba. Cuando sucedía, cualquier tragedia era posible. Quedarse sin los dos brazos, podía ser mejor que morir. O tal vez no.
 Seguramente un fallo en alguna mecha fue lo que hizo que perdiese la vista y los dos brazos.
 No se atrevió a hablar con su amigo de la infancia. No sabría que decirle, después de observar su situación.
 Permaneció como una estatua delante de su amigo, sin saber que hacer y con una grande congoja aprisionándole el estomago, como si quisiera escapársele del cuerpo
 Entró dentro del recinto en el que su amigo y él estaban, el encargado del centro en el que cuidaban, con la caridad propia de los explotadores, a aquellos que por una u otra causa habían sido victimas de alguna tragedia similar.
 Hablando con él se enteró de que la explosión, como había imaginado, le había dejado,  aparte de ciego y sin brazos, también sordo.
 Hacia medio año que había salido del hospital. Su salud era muy precaria. Según los médicos, seguramente no viviría mas de un par de meses.
 Tres meses mas tarde, cuando salía del cementerio en el que habían enterrado a su amigo, no pudo retener una sonrisa cariñosa, hacia el mismo. Había recordado una viñeta que una vez viera en la Codorniz, en la que el dibujante puso dentro de una carro con cuatro ruedas, el tronco sin extremidades de un hombre con gafas que denotaban que era ciego y con un gran cartel colgado del cuello que decía: “Pobre sordo”.
 El de la viñeta pedia en una esquina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario